Después de una larga vida como Marinero, Adolfo Mejía un señor de 62 años de edad, oriundo de la ciudad de Cali, y quien hoy en día es habitante del barrio Villa Mónica en Jamundí – Valle, se preparo tanto intelectual como económicamente para recibir de cómo él denomina “la edad de Piero” por la tan sonada canción
“Mi Querido Viejo”.Como capitán de la embarcación “El Titán” llego a conocer gran parte del mundo como Japón, Dinamarca, Italia, en fin gran parte de Asia, África y Europa y por su puesto muchas de las costumbres entre ellas la comida. La meta de Adolfo en su trayectoria en ésta profesión fue siempre la de reunir gran parte del costo de la vivienda en la cual iba a habitar toda la vida junto a su familia.
Efectivamente, Adolfo después de varios años de andar vagante por los siete mares y con el sacrificio de no haber vistos por mucho tiempo a sus pequeñas hijas, regreso y esta vez fue para comprar su casa, en aquel tiempo algo costosas para él, su lugar elegido fue un pequeño vecindario de casas muy elegantes en el municipio de Jamundí, algo que se semejaba a la tranquilidad que por mucho tiempo había tenido en el agua y con el sonido de la naturaleza.
Hasta aquí todo es muy bello; con el actual sistema capitalista en el que vivimos, mediante el banco AV Villas adquirió el “bien” y financió el restante de la deuda. Durante 4 años realizó cumplidamente los pagos mensuales que le hacía dicha entidad; todo parecía ser muy bueno para él y su familia. 5 años después de haber adquirido el inmueble, su esposa Rubiela Sinisterra muere producto de un cáncer que no fue detectado a tiempo dejándolo en este inhóspito mundo y como si se tratara de una maldición, sus hijas lo dejan solo para irse a vivir con su abuela.
Pero aquí no acaba todo, debido a no poder seguir cancelando las cuotas de su hogar, hoy le adelantan un proceso en contra para quitarle lo único valioso que le queda después de sus hijas, su casa, esa que durante tanto años intento adquirir.
Tal vez por los duros golpes que le dio la vida, Adolfo siente dolor y a la vez rencor pues poco a poco ve como su pequeño habitad va ser desarraigado de sus brazos para pertenecer a otra familia que tal vez no la ha luchado tanto como él.
Adolfo Mejía mientras empuñaba su mano manifestó por último que “si la casa no va a ser de él, tampoco va ser de nadie” por ende si le quitan su hogar según él detonara una granada que se encuentra en su poder para destruirla tal como ocurrió en la ciudad de Cali, donde un señor destruyó su casa con ayuda de vecinos porque el banco se la quitó.